A más de una década de su descubrimiento, el grafeno ya se usa en algunos productos y sectores de lo más variados y útiles, con un éxito que espera escalar a otros ámbitos de la vida.
Las propiedades del grafeno son extraordinarias, como lo demuestran los productos emergentes que incorporan el material: auriculares que suenan mejor, teléfonos inteligentes más fríos, carreteras más difíciles y envases de champú más respetuosos con el medio ambiente.
Es el material más delgado (una capa de carbono de un átomo de espesor y por lo tanto bidimensional) y segundo más fuerte del mundo, pero además es increíblemente ligero y transparente. También es muy flexible o muy rígido, dependiendo de cómo se trate. Está entre los mejores conductores térmicos y los conductores eléctricos más rápidos, y también es genial para dejar pasar el agua mientras bloquea cualquier otra cosa, lo que lo convierte en un excelente filtro y barrera.
Y no es muy difícil de hacer. Sus descubridores, Andre Geim y Konstantin Novoselov, que en 2010 ganaron el Premio Nobel por sus hallazgos hacen la analogía de la cinta adhesiva con el grafito de un lápiz para mostrarlo.
Basta tomar un trozo de cinta adhesiva y aplicarla a la mina del lápiz. Tirar de la cinta que ahora trae algunas escamas finas de grafito adheridas. Ahora solo queda doblar la cinta por la mitad y desdóblala unas 10 o 20 veces.
Pero aún quedaba mucho trabajo por hacer, como averiguar la mejor manera de fabricar y luchar por el grafeno, encontrar aplicaciones donde tenga sentido económico y construir lentamente nuevos mercados.
Ahora, sin embargo, el tiempo de la sustancia milagrosa puede estar llegando.
